La ciudad en la que vivo hay poco o nada de tener un clima estable,
acá mientras hace sol llovizna y mientras llovizna hace calor, y mientras hace
sol no hace calor, y un bronceado es imposible; pero ya sea por lluvia o por
sol, las espantosas sombrillas siempre aparecen.
No soy del todo huraña o renuente sobre el inapropiado,
voraz, excesivo e injustificado uso de aquel ‘aparatillo’ de superficie cóncava despegable, de plástico o
tela, poli y monocromático de estructura en varillas y cuya versión clásica
puede servir hasta de bastón o apoyo, e incluso, la versión de bolsillo lo hace
aún más sencillo de llevar, o en mi caso personal, lo hace más accesible a
estorbar.
Se preguntarán por qué me molesta a tal modo aquel invento
tan útil para protegernos de las lluvias, y los motivos pueden ser algo vanos
pero a la vez sencillos. De repente, entro a una ‘importante’ tienda de cadena
de mi país y veo como la gente paga por hacerle publicidad a través de la
compra de un paraguas de color rechinante con el logo de dicha tienda, y es que
¿ni siquiera los compradores o clientes merecen que les regalen dicha
publicidad? ya, por ahí, el paraguas se convirtió en un elemento de marketing
que nos venden y nosotros compramos, para seguir comprando, pues tan sólo basta
con algo de lluvia para sentirme inundada de publicidad, marcas, productos y tiendas
que nos invitan a seguir comprando, y he allí uno de los motivos (no general)
por el cual me desagradan.
Y ahora me dirijo al camino por el cual las sombrillas sólo
hacen estorbo, y es que la gente los usa porque caen dos gotas de agua, o
porque caen muchas (en este caso es totalmente comprensible), usan paraguas
porque hace un hermoso día soleado, lo cual hasta gramaticalmente es
incorrecto: PARA-AGUAS en días de SOL, en fin, y es que he visto como gente
golpea gente, como paraguas se enredan en cabelleras risadas (como la mía), he
visto como gente se queda atrapada entre postes, veo como la gente con sus paraguas
mojan a la demás gente ya sea en el transporte público o por la calle, veo como
la gente se complica a la hora de secarlos y guardarlos, veo como se pierden y
se los roban, como los usan en medio de conciertos e interrumpen la visibilidad
y el goce natural de espacios al aire libre, y es que claramente al único personaje
que le luce el paraguas es a Mary Poppins.
No son mucho los motivos, y no son claramente argumentos,
pero mi mundo ideal no tendría de aquellos aparatos, que además de complicarme
o complicarnos, me ha pegado unas buenas mechoneadas, que estorban visualmente
con su publicidad, que es mal amigo pues se desbaratan en mitad de los
aguaceros y que cubren la cabeza pero nunca los pies. Desde que tengo uso de razón nunca he utilizado
uno de ellos y aquí me tienen, sana, escribiendo esto, solicitándoles que no
paguen por llevar un logo o publicidad, que sólo lo usen cuando es meramente
necesario, eviten mojar al resto de la gente, y sobre todo, eviten quedar
enredados entre árboles o postes, eso, mi querido lector, es realmente
gracioso.