jueves, 23 de junio de 2016

Sencillamente #SiALaPaz

 Llevo varios meses escuchando de acuerdos de paz, y toda mi vida y aún más escuchando sobre la guerra, he escuchado a detractores de los acuerdos, gente que se oponen a dar fin a un conflicto armado injusto y que desde siempre ha sido impune, también he contado con la fortuna de escuchar a quienes están de acuerdo con la paz, pero he corrido con aun más suerte, pues he escuchado e interpretado de muchas formas y desde muchos puntos a las víctimas.

No soy ni he sido víctima directa de la violencia, pero si hago parte de una herencia de perdón importante, mi abuela, una mujer proveniente de una familia prestante del Valle del Cauca, liberal por herencia, penúltima hija entre siete hermanos, y desplazada por la violencia que desató el bipartidismo, es en pocas palabras una sobreviviente de dicho conflicto, una guerra injusta que la dejó huérfana, los conservadores en el poder y los liberales acorralados.  Los conservadores sintiéndose dueños hasta de la verdad política y la vida (sin decir que los liberales fueran diferentes) “prendieron candela a la casa, allí estaba mi papá, él sufrió graves quemaduras en todo el cuerpo, yo acababa de llegar a la finca y por llevar unas cintas rojas en el cabello casi me dejan calva, mientras tanto uno de mis hermanos iba para Bogotá huyendo, un amigo de mi papá, un médico conservador nos avisó que iban camino a matarlo y él mismo (el médico) por respeto y aprecio a nuestra familia, metió a mi hermano en un costal y lo empacó en un camión que iba para la ciudad” eso cuenta mi abuela mientras vemos en televisión la alocución del expresidente y ahora senador de la Republica de Colombia Álvaro Uribe Vélez.

Y entonces, veo la cara de mi abuela, como acentúa con su cabeza un NO indignada con aquel sujeto de pequeña estatura y gigantesca boca; entonces recuerdo cuando éramos niños, cuando en mitad de un juego terminaba peleando con otros niños, mi abuela nos decía que era más importante perdonarnos y hacer la paces y volver a iniciar el juego, recuerdo ese justo momento donde mi padre casi muere en manos de un borracho en unas ferias populares y mi abuela nos decía (a mi hermano y a mi) que lo importante en la vida consistía en saber seguir, en no ser rencorosos y que no estaba en nuestras manos hacer justicia por lo que le había sucedido a mi papá, en definitiva mi abuela sí que sabe los que es el perdón; y creo que por ello acentuaba ese NO, y le pregunto -¿Abuelita, usted guarda rencores por la muerte de su papá? ¿Guarda rencores por el hecho de que los conservadores se apropiaron de sus tierras? Y ella sin pensar tanto me responde con un rotundo y profundo “NO”  y de repente, mi abuela quien es una mujer de 87 años, totalmente lucida y cansada de la politiquería me dice: “mija, que ganas de seguir escuchando a este ‘puñetero’ (entenderán mi abuela es valluna) no quiere más sino seguir justificando que maten campesinos, y ‘gentecita’ de bien, que señor tan soberbio, es mejor la paz, a cuánta gente no le cambiará la vida”

Y es que yo pienso igual que ella, a cuántos les cambiará la vida, cuántos podrán volver a sus tierras, sentirse nuevamente activos y vivos socialmente, veo a mi abuela y pienso cómo habría sido su vida si la violencia nunca hubiese pasado por su camino, recuerdo los pomas y cuentos de niños que hicieron de la literatura un camino para la paz y la reconciliación con aquellos que les arrebataron a sus hermanos y padres para llevarlos a hacer parte de la guerra y los convirtieron en victimas… entonces preguntémonos, por qué quienes tan sólo saben de la guerra por lo que ven en los medios se sienten tan bien hablando de impunidad y más guerra, qué intensiones o qué los motiva.


Yo por mi parte digo SI A LA PAZ, para que no se repitan historias de dolor, para escribir una historia nueva para nuestro país, y para regalarle una oportunidad a nuestro futuro y el de nuevas generaciones.

martes, 21 de junio de 2016

El Silencio



Y es que mucho he escuchado que dicen: “el que calla otorga” o “no siempre el que calla otorga” y es que el silencio se ha convertido en el amigo de muchos a quienes les cuesta asumir sus propios pensares y sentires, y es que de pensar y sentir se trata este asunto, ese mismo asunto donde la palabra y el ruido han ocupado el lugar del silencio y viceversa.

Y no estoy diciendo que tengamos que vivir hablando, aturdir a quienes están a nuestro alrededor con millones de palabras que en ocasiones resultan sosas, pues existen silencios que también hablan, que comunican, y es que como decía William Shakespeare “es mejor ser rey de tu silencio que esclavo de tus palabras”, pero al igual que las palabras los silencios deben ser bien utilizados, no sería correcto callar en medio de una discusión en la cual se pretende tomar una decisión o generar un acuerdo social, pues allí son y resultan necesarias las palabras, el pensar, el hacer y el sentir. Así como sería horriblemente incomoda una palabra en la mitad de un momento romántico, de esos que van encaminados a un beso, de esos que lo que más necesitan es un profundo y sincero silencio, de esos que hacen pensar y sentir en eternidades o que simplemente detienen el tiempo.

Pero en nuestra sociedad moderna los silencios injustos y cobardes están de moda al igual que las palabras inoportunas; empezando por las nuevas tecnologías y sus aplicaciones, pasando por la palabra escrita y terminando por la palabra hablada. Y es que veo como la gente se enoja (al igual que yo) cuando lanzas una pregunta y nunca te arrojan la respuesta, veo como ese ‘doble chulo azul’ del Whatsapp se convirtió en la actualización para generar disgustos porque - “¿Por qué leyó y no me contestó?” – y cosas así, y también veo como la gente arruina con palabras un momento que merece un silencio, momentos como los de un lindo beso o abrazo preguntando ¿Si te gustó? O un llanto conmovedor arruinado por un ¿estás llorando? Cuando es algo más que evidente.

Y es que me pregunto qué pasaría si en la mitad de una riña donde la gente opta por lanzar a su ‘rival’ palabras  ofensivas mejor se guardara silencio para dejar de alimentar cadenas de rencores, qué pasaría si en lugar de esperar palabras esperamos que nos devuelvan un beso y una brazo, o si en lugar de preguntar si está llorando y por qué mejor ‘apapachamos’ y es que también me pregunto cómo sonaría  la música si no tuviera silencios, me cuestiono constantemente sobre qué pasaría si en las asambleas ciudadanas la gente participara, que pasaría si contestamos todas las preguntas aunque nos parezcan evidentes, cómo sería si nuestras palabras hacia los demás estuvieran cargadas de amor y respeto.


¿Lo ha pensado? ¿Se lo ha preguntado? ¿Se ha respondido? 

jueves, 9 de junio de 2016

Mi Mundo Ideal No Usa Paraguas


La ciudad en la que vivo hay poco o nada de tener un clima estable, acá mientras hace sol llovizna y mientras llovizna hace calor, y mientras hace sol no hace calor, y un bronceado es imposible; pero ya sea por lluvia o por sol, las espantosas sombrillas siempre aparecen.


No soy del todo huraña o renuente sobre el inapropiado, voraz, excesivo e injustificado uso de aquel ‘aparatillo’  de superficie cóncava despegable, de plástico o tela, poli y monocromático de estructura en varillas y cuya versión clásica puede servir hasta de bastón o apoyo, e incluso, la versión de bolsillo lo hace aún más sencillo de llevar, o en mi caso personal, lo hace más accesible a estorbar.

Se preguntarán por qué me molesta a tal modo aquel invento tan útil para protegernos de las lluvias, y los motivos pueden ser algo vanos pero a la vez sencillos. De repente, entro a una ‘importante’ tienda de cadena de mi país y veo como la gente paga por hacerle publicidad a través   de la compra de un paraguas de color rechinante con el logo de dicha tienda, y es que ¿ni siquiera los compradores o clientes merecen que les regalen dicha publicidad? ya, por ahí, el paraguas se convirtió en un elemento de marketing que nos venden y nosotros compramos, para seguir comprando, pues tan sólo basta con algo de lluvia para sentirme inundada de publicidad, marcas, productos y tiendas que nos invitan a seguir comprando, y he allí uno de los motivos (no general) por el cual me desagradan.

Y ahora me dirijo al camino por el cual las sombrillas sólo hacen estorbo, y es que la gente los usa porque caen dos gotas de agua, o porque caen muchas (en este caso es totalmente comprensible), usan paraguas porque hace un hermoso día soleado, lo cual hasta gramaticalmente es incorrecto: PARA-AGUAS en días de SOL, en fin, y es que he visto como gente golpea gente, como paraguas se enredan en cabelleras risadas (como la mía), he visto como gente se queda atrapada entre postes, veo como la gente con sus paraguas mojan a la demás gente ya sea en el transporte público o por la calle, veo como la gente se complica a la hora de secarlos y guardarlos, veo como se pierden y se los roban, como los usan en medio de conciertos e interrumpen la visibilidad y el goce natural de espacios al aire libre, y es que claramente al único personaje que le luce el paraguas es a Mary Poppins.

No son mucho los motivos, y no son claramente argumentos, pero mi mundo ideal no tendría de aquellos aparatos, que además de complicarme o complicarnos, me ha pegado unas buenas mechoneadas, que estorban visualmente con su publicidad, que es mal amigo pues se desbaratan en mitad de los aguaceros y que cubren la cabeza pero nunca los pies.  Desde que tengo uso de razón nunca he utilizado uno de ellos y aquí me tienen, sana, escribiendo esto, solicitándoles que no paguen por llevar un logo o publicidad, que sólo lo usen cuando es meramente necesario, eviten mojar al resto de la gente, y sobre todo, eviten quedar enredados entre árboles o postes, eso, mi querido lector, es realmente gracioso.
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