Llevo varios meses
escuchando de acuerdos de paz, y toda mi vida y aún más escuchando sobre la
guerra, he escuchado a detractores de los acuerdos, gente que se oponen a dar
fin a un conflicto armado injusto y que desde siempre ha sido impune, también he
contado con la fortuna de escuchar a quienes están de acuerdo con la paz, pero
he corrido con aun más suerte, pues he escuchado e interpretado de muchas
formas y desde muchos puntos a las víctimas.
No soy ni he sido víctima directa de la violencia, pero si
hago parte de una herencia de perdón importante, mi abuela, una mujer proveniente
de una familia prestante del Valle del Cauca, liberal por herencia, penúltima hija
entre siete hermanos, y desplazada por la violencia que desató el bipartidismo,
es en pocas palabras una sobreviviente de dicho conflicto, una guerra injusta
que la dejó huérfana, los conservadores en el poder y los liberales acorralados. Los conservadores sintiéndose dueños hasta de
la verdad política y la vida (sin decir que los liberales fueran diferentes) “prendieron
candela a la casa, allí estaba mi papá, él sufrió graves quemaduras en todo el
cuerpo, yo acababa de llegar a la finca y por llevar unas cintas rojas en el
cabello casi me dejan calva, mientras tanto uno de mis hermanos iba para Bogotá
huyendo, un amigo de mi papá, un médico conservador nos avisó que iban camino a
matarlo y él mismo (el médico) por respeto y aprecio a nuestra familia, metió a
mi hermano en un costal y lo empacó en un camión que iba para la ciudad” eso
cuenta mi abuela mientras vemos en televisión la alocución del expresidente y
ahora senador de la Republica de Colombia Álvaro Uribe Vélez.
Y entonces, veo la cara de mi abuela, como acentúa con su
cabeza un NO indignada con aquel sujeto de pequeña estatura y gigantesca boca;
entonces recuerdo cuando éramos niños, cuando en mitad de un juego terminaba
peleando con otros niños, mi abuela nos decía que era más importante
perdonarnos y hacer la paces y volver a iniciar el juego, recuerdo ese justo momento
donde mi padre casi muere en manos de un borracho en unas ferias populares y mi
abuela nos decía (a mi hermano y a mi) que lo importante en la vida consistía en
saber seguir, en no ser rencorosos y que no estaba en nuestras manos hacer
justicia por lo que le había sucedido a mi papá, en definitiva mi abuela sí que
sabe los que es el perdón; y creo que por ello acentuaba ese NO, y le pregunto -¿Abuelita,
usted guarda rencores por la muerte de su papá? ¿Guarda rencores por el hecho
de que los conservadores se apropiaron de sus tierras? Y ella sin pensar tanto
me responde con un rotundo y profundo “NO” y de repente, mi abuela quien es una mujer de
87 años, totalmente lucida y cansada de la politiquería me dice: “mija, que
ganas de seguir escuchando a este ‘puñetero’ (entenderán mi abuela es valluna) no
quiere más sino seguir justificando que maten campesinos, y ‘gentecita’ de
bien, que señor tan soberbio, es mejor la paz, a cuánta gente no le cambiará la
vida”
Y es que yo pienso igual que ella, a cuántos les cambiará la
vida, cuántos podrán volver a sus tierras, sentirse nuevamente activos y vivos
socialmente, veo a mi abuela y pienso cómo habría sido su vida si la violencia nunca
hubiese pasado por su camino, recuerdo los pomas y cuentos de niños que
hicieron de la literatura un camino para la paz y la reconciliación con
aquellos que les arrebataron a sus hermanos y padres para llevarlos a hacer
parte de la guerra y los convirtieron en victimas… entonces preguntémonos, por
qué quienes tan sólo saben de la guerra por lo que ven en los medios se sienten
tan bien hablando de impunidad y más guerra, qué intensiones o qué los motiva.
Yo por mi parte digo SI A LA PAZ, para que no se repitan historias
de dolor, para escribir una historia nueva para nuestro país, y para regalarle
una oportunidad a nuestro futuro y el de nuevas generaciones.